
En un ecosistema conviven distintos seres vivos.
Un ser vivo es un organismo de alta complejidad que nace, crece, alcanza la capacidad para reproducirse y muere. Estos organismos están formados por una gran cantidad de átomos y de moléculas que constituyen un sistema dotado de organización y en constante relación con el entorno.
Los seres vivos pueden funcionar con autonomía durante toda su existencia y recién sufren la pérdida de sus propiedades estructurales al morir. Estos seres están formados por células, en cuyo interior tienen lugar diversas reacciones químicas que las enzimas se encargan de catalizar.


Características del ser vivo
Existen varias características que permiten diferenciar a un ser vivo de aquello que está sometido a la inercia. La organización (a partir de las células, que son sus entidades primordiales), la homeostasis (el equilibrio que existe en su interior), el metabolismo (la conversión de energía en nutrientes), la irritabilidad (respuesta ante estímulos exteriores), la adaptación (las especies vivas evolucionan para adaptarse al ambiente), el desarrollo (incremento de tamaño) y la reproducción (la capacidad de generar copias parecidas del mismo organismo, ya sea sexualmente o asexualmente) son algunas de las propiedades de los seres vivos.
Otros tipos de entidades comparten varias de estas particularidades, pero no todas. Los virus también tienen un alto grado de organización y pueden reproducirse, aunque no cuentan con metabolismo ni se desarrollan.
Los ejemplos más típicos de seres vivos son los seres humanos, los animales (de todo tipo: perros, leones, elefantes, delfines, mosquitos, serpientes, etc.). y las plantas. Existen, sin embargo, otros organismos vivos, como los hongos y las bacterias.

Un ser vivo puede ser presa y, a su vez, depredador en la red trófica.
El ser humano y su vínculo con otras especies
Las diferentes culturas creadas por los seres humanos comparten la lamentable tendencia a dañar a otros seres vivos, buscando siempre justificar sus acciones para no asumir una condición que puede asociarse a la crueldad. La forma quizás más inocente en la que las personas atentan contra la naturaleza es la matanza de animales para su propia alimentación: las distintas especies que sirven de comida para el sistema digestivo de los hombres y las mujeres son criadas en condiciones que poco podrían envidiar las víctimas de guerras y campos de concentración, privadas de su libertad y condenadas a engordar para luego ser sacrificadas.
Resulta triste pensar que su único consuelo pueda ser el hecho de vivir cinco veces menos de lo esperable, en el mejor de los casos, ya que muchos pasan por la cuchilla al poco tiempo de nacer, como sucede con los terneros. Los seres humanos crecemos siendo partícipes indirectos de este horror, mientras que algunos dan el paso siguiente y se convierten en verdugos. Para los animalistas, lo más preocupante es que estas prácticas se justifican en razones que ellos consideran ridículas, donde la palabra proteína suele ser la protagonista.
Pero los animales no son las únicas víctimas de nuestra especie, ya que los vegetales que comemos tampoco gozan de una vida muy natural. Como suele suceder, existen grupos de personas que intentan promover un cambio, dar fin a tanta violencia y comenzar a vivir en armonía con los demás habitantes de este planeta. No obstante, la estructura de las sociedades humanas no es compatible con el respeto y la igualdad.

La adaptación evolutiva favorece la reproducción y la subsistencia de los seres vivos.
Ejemplos de ser vivo
Los perros son el ejemplo más cercano que muchas personas tenemos de seres vivos que aprenden a adaptarse y a respetar a quienes lo rodean. Partiendo de la fidelidad y el cariño que nos muestran, aceptan todo tipo de imposiciones y muchas veces incluso de humillaciones, como los procesos de adiestramiento, con tal de hacernos felices.
Estos animales soportan paseos en los que no se les permite correr en libertad, lo cual debe resultar tortuoso para criaturas tan activas. Se someten a todas estas condiciones injustas y jamás hacen uso de su fuerza superior, ni de sus «supersentidos» o de sus garras y dientes para imponerse; si tan sólo comenzáramos a imitarlos, podríamos llegar a solucionar gran parte de los problemas del mundo.
Por supuesto, no todos los seres vivos tienen el mismo grado de complejidad ni llevaron a cabo una evolución de características similares. Si pensamos en un león, por ejemplo, cuenta con múltiples tipos de células que se organizan en tejidos y órganos y que, a su vez, forman sistemas (el sistema nervioso, el sistema respiratorio, el sistema circulatorio y otros). Un protozoo, en cambio, es un ser vivo microscópico de tipo unicelular: solo está constituido por una célula.
A su vez, como ya vimos, el conjunto de los seres vivos no se limita a los animales. Una planta, como un helecho o un malvón, es un ser vivo que carece de capacidad motora (no puede moverse con autonomía), teniendo por lo tanto características muy distintas respecto a una hormiga, una piraña o un elefante. Las plantas recurren a la fotosíntesis para generar materia orgánica a partir de materia inorgánica, aprovechando la energía del sol.
Debe considerarse que la existencia de las especies de seres vivos no está garantizada ya que la extinción (es decir, la muerte de la totalidad de los ejemplares) siempre es una posibilidad. Por eso es importante cuidar la biodiversidad y trabajar por la conservación ya que en cada hábitat hay un equilibrio y los seres vivos están interrelacionados entre sí mediante la cadena trófica. La extinción masiva de los dinosaurios, por mencionar un caso, suele asociarse a un cambio climático que se acentuó con la caída de un enorme meteorito.